MÉRIDA: ASPECTOS HISTÓRICOS Y ADMINISTRATIVOS

Mérida fue fundada en el año 25 a. de J.C. por Publio Carisio, legado de Augusto, para que en ella se establecieran los soldados jubilados o eméritos de las legiones V, Alaudae y  X, Gemina, que habían luchado en las guerras cántabras.

Augusta Emérita se fundó como una de las grandes ciudades de la provincia occidental del Imperio conocida con el nombre de Lusitania, de la cual fue su capital. Contaba con grandes edificios públicos de los que aun dan testimonio, el teatro, anfiteatro, circo, acueductos, foros, etc. «

La ciudad fue muy pronto cristianizada, padeciendo numerosas persecuciones en una de las cuales fue víctima Eulalia, patrona desde entonces de la ciudad. El emperador Constantino instauró en la ciudad desde principios del siglo I una de las cuatro sedes arzobispales españolas con doce sillas sufragáneas en el territorio luso-español.

En el año 468, Mérida fue tomada por el rey godo Eurico. Con Leovigildo a la cabeza, la ciudad pasó a ser uno de los seis ducados en que España fue dividida. Al mando de cada ducado estaba un duque que tenía subordinado un conde o varios y que regían las ciudades principales y a cuya autoridad estaban sometidos los vizcondes y vicarios que sustituían al conde en materia judicial. Duques y condes intervenían en la administración militar, judicial, civil y política. Durante este período visigodo la iglesia emeritense alcanzó su máximo esplendor, en la que destacaron arzobispos de la talla de Fidel, Paulo o Mausona.

La entrada del caudillo Muza y sus tropas en el año 713 puso fin a estos siglos de auge que vivió la ciudad. Durante la dominación árabe la ciudad pasó por diferentes regímenes de gobierno; al principio eran de marco inferior por ser un territorio cercano a las fronteras cristianas; en ese momento Marida (nombre árabe de la ciudad) formó parte de un distrito militarizado o marca (targ) comandada por un jefe militar (qaid). 

Después del siglo IX, ya pacificada, pasó a disfrutar del régimen de Cora, demarcación territorial en al-Ándalus la cual estaba gobernada por su Wali quien tenía encomendadas las funciones administrativas, judiciales y religiosas. También residía en la ciudad el Cadio o autoridad judicial del cual dependían otros funcionarios de menor categoría. Entre los habitantes de Marida se mezclaban mozárabes, muladíes, bereberes, árabes, judíos e incluso negros.

Al mismo tiempo, comienza a aparecer en los territorios de la Reconquista, un tipo de régimen local que irá adquiriendo, durante la Edad Media, su propia personalidad y autonomía dando lugar a los municipios. Así, el crecimiento de las ciudades con motivo de una cierta expansión económica y social en los siglos XI y XII, desencadenó el nacimiento de otros núcleos rurales en torno a ellas, constituyéndose los órganos de la administración local.

Los fueros de cada municipio reflejan la organización concejil de cada uno de ellos. En la baja Edad Media estos poblados y ciudades se transformaron en municipios dotados de jurisdicción e instituciones propias, llegando a ser un órgano de Administración Local del Estado, ejercido por el Concejo.

Las atribuciones de los Concejos eran extensas: en el ámbito legislativo la redacción de algunos fueros, ordenanzas y estatutos de régimen local; en el gubernativo, el mantenimiento del orden público; en el administrativo, todo lo referente a la vida urbana y en el judicial, ejercían la autoridad en primera instancia.

En el año 1.120, sucederá un hecho importante que marcará para siempre la trayectoria de Mérida en el camino de la Historia de España: la transferencia del arzobispado emeritense a Santiago, a través de una Bula del Papa Calixto II.

Mérida es definitivamente reconquistada en 1.230 por el rey leonés Alfonso IX. El señorío de Mérida fue entregado muy rápidamente a la Orden de Santiago, pasando a ser gobernada por sus maestres, y en 1.235 tuvo su fuero. La repoblación de las tierras, sobre todo de aquellas que estaban en zonas fronterizas de ambos bandos, son el fundamento de estos fueros, así como de otros privilegios y mercedes. Con ellos también se crean las bases de gobierno de las ciudades en distintos aspectos: jurídicos, hacendísticos, judiciales, etc.

  Por otro lado, estos primitivos concejos, entre los que incluimos Mérida, van a ir perdiendo parte de su autonomía por la progresiva intervención de la corona en la administración municipal. En muchos casos el concejo popular es sustituido por una junta de regidores nombrados por el Rey y que junto a los alcaldes y jurados forman el regimiento o ayuntamiento.

Durante la Edad Moderna, teniendo la ciudad su autonomía perdida, se define claramente como órgano administrativo del Estado centralizado, con el consiguiente proceso de burocratización. Los grandes municipios ejercen al mismo tiempo su poder en nombre del Estado, sobre las aldeas de su tierra o término.

Cuando los RR.CC. tomaron la administración de la Orden, esta quedó de la misma forma hasta que la provincia se dividió en partidos; en ese momento el partido de Mérida consigue un gobernador particular cuando  hasta entonces lo era de toda la provincia de León.

El Gobernador del partido tenía a su cargo al alcalde mayor de la ciudad, letrado, alguacil mayor y dos menores. En ocasiones y hasta 1.556 que desaparecieron totalmente, tenía Mérida dos alcaldes ordinarios.

Los cuatro regidores aumentaron su número a seis en el año 1.538, pasando desde 1.545 a ser cargos perpetuos y por tanto heredables, en lugar de ser elegidos anualmente como hasta había sido hasta ese momento. Luego, en 1556 Otra vez volvieron a ser elegidos anualmente; perpetuos en 1.563, al año siguiente anuales,  y perpetuos otra vez en 1.564, llegando a ser esta vez el número de ellos hasta veintidós, sin contar los oficios de alférez y depositario general.

En 1.599 se consumieron todos estos oficios, y en virtud de privilegio real se nombraron anualmente ocho regidores, cuatro de cada estado: Le duró muy poco este buen gobierno a Mérida, porque en el año de 1.607, a pedimento de los mismos vecinos, les vendió S.M. veinticuatro regimientos perpetuos…(Moreno de Vargas, 1.633). Así se lamentaba el historiador emeritense, a pesar de ser su familia y su persona beneficiada de la posesión de uno de los mencionados regimientos, que no desaparecerán hasta el primer tercio del siglo XIX.

Otros oficios con los que contaba la ciudad durante los siglos XV al XVII fueron el de uno o dos escribanos de ayuntamiento, un contado

r de hacienda, un mayordomo de propios, cuatro porteros y un procurador síndico que podía ir en contra de los acuerdos municipales, por cuya razón se quitó; un letrado, un alguacil mayor y dos menores, asistiendo también a las sesiones seis diputados síndicos.

En general los siglos XVI y principios del  XVII son de tranquilidad para la ciudad con lo que se aprecia un cierto resurgimiento de la misma. Se llevan a cabo las grandes fundaciones religiosas de Mérida con el apoyo bien del Concejo o de particulares adinerados. Así tenemos en orden cronológico de sus fundaciones el Convento de Franciscanos de la Observancia, el convento de las Comendadoras de Sra. Olalla, el convento de Ntra. Sra. de la Antigua, el de la Concepción, San Andrés, el Hospital de San Juan de Dios de los Hermanos Hospitalarios, etc. También se levantan ermitas: la Trinidad, Santiago, San Lázaro, etc. Sin embargo el comienzo de la Guerra con Portugal en 1.640 va a acabar con este relativo florecimiento, sujeta la población a un tremendo esfuerzo para mantener a las tropas con las pesadas cargas militares tanto de alojamientos, como de los suministros y bagajes.

La creación en 1.720 de una Intendencia General para Extremadura, así como en 1.790 una Real Audiencia en Cáceres, permitirán una cierta desvinculación administrativa y política de la Corona de Castilla para tener una definición propia como Provincia de Extremadura.

El espíritu científico de la Ilustración hace interesarse a viajeros y eruditos por las antigüedades de Mérida plasmándolas en sus libros de El Marqués de Valdeflores, Antonio Ponz, El Conde de Campomanes o Francisco Pérez Bayer, entre otros.

Esta nueva etapa de relativa prosperidad dio de nuevo al traste con la la conflictividad de la  Guerra de Independencia. La población huyó en masas y gran parte de la ciudad se vio arrasada.

Durante la primera mitad del siglo XIX,  Mérida  había evolucionado muy poco desde los últimos siglos, manifestando un acusado carácter rural. En contrapunto otras ciudades extremeñas ignoradas de la historia y la leyenda (Hnos. Reclus; citado por F.J. Castaño Fernández, 1.989) se desarrollaron alcanzando mayor riqueza económica y población que Mérida. Esto es lo que se puede deducir de las noticias de geógrafos tales como Onésimo y Eliseo Reclús o Pascual Madoz, y de viajeros como Laborde, Larra o Daviller. No obstante la visión que se nos ofrece durante la segunda mitad de siglo es totalmente diferente, sobre todo por un factor principal que es la llegada del ferrocarril: Desde que en el año 1.864 se oyó por primera vez en Extremadura el silbido de la locomotora, Mérida ha crecido en vecindario notablemente y dado un gran impulso hacia su regeneración (Plano y García, 1.894).

Ciertamente el ferrocarril atrajo a mucha mano de obra inmigrante que contribuyó al crecimiento de una población totalmente mermada en número.  Por otro lado, el Ayuntamiento, haciendo un gran esfuerzo económico, logró dotar en el último tercio de siglo a la ciudad de una serie de servicios que hasta esos momentos difícilmente hubiera soñado tener, tales como la plaza de abastos, escuelas públicas, cementerio alejado de la población, alumbrado de calles, suministro de agua, etc., así como obras de embellecimiento de la población con fuentes, parques y jardines. Con respecto a la educación y cultura se crean la Subcomisión de Monumentos y la Sociedad Económica de Amigos del País.

En el plano religioso, Mérida en 1874 quedó anexionada a la diócesis de Badajoz después de los  seis siglos que había permanecido unida a la  organización eclesiástica de la Orden de Santiago.

Tras la Guerra Civil, se produjo un fuerte aumento de la población, alcanzando los valores más altos hasta entonces. Un aumento de la natalidad y el descenso de la emigración, provocado por la crisis económica de la posguerra son las causas fundamentales.  Este desarrollo se verá favorecido durante los años sesenta por el carácter de Mérida como nudo de comunicaciones y su proyección en el sector de servicios con iniciativa industrial.

La actual monarquía parlamentaria y nueva división del Estado en Comunidades Autonómicas han supuesto para Mérida un gran desarrollo de la actividad económica en la ciudad, destacando sobre todo en el sector servicio. Su población se ha disparado; en la actualidad cuenta con 60.119 h.  El nombramiento de Mérida como capital autonómica de Extremadura (1.983), la declaración por la UNESCO del Conjunto Arqueológico de Mérida Patrimonio de la Humanidad (1.994) y la recuperación del arzobispado (agosto de 1.994), le devuelven a Mérida el rango que por legitimidad histórica siempre le ha correspondido. Su nueva posición política y administrativa le hace estar al frente del presente y el futuro de Extremadura.